La estabilidad tartárica representa una etapa fundamental del proceso de elaboración de un vino y, a la vez, es un factor esencial para la calidad percibida por el consumidor. Existen varios métodos para obtener la estabilidad de un vino frente a las precipitaciones de bitartrato de potasio: refrigeración, electrodiálisis, adición de manoproteínas, carboximetilcelulosa o ácido metatartárico, resinas de intercambio iónico. Independientemente de la técnica utilizada o estudiada, es importante que los productores puedan evaluar en laboratorio el riesgo de precipitación tartárica.
De hecho existen varios métodos analíticos que permiten predecir el nivel de inestabilidad de un vino y verificar la estabilidad. Actualmente los métodos más utilizados son la prueba de estabilidad al frío (por congelación o refrigeración larga), la determinación del grado de inestabilidad tartárica (DIT), el mini-contacto o la determinación de la temperatura de saturación (Tsat).