La revista Enólogos publica la cuarta entrega de “Los Imprescindibles”, una serie que reúne algunos de los restaurantes y tabernas más castizos de Madrid, templos legendarios que han mantenido intacta su personalidad a lo largo de los siglos y que hoy son museos vivos de la historia de España. Espacios privilegiados que permiten disfrutar del vino y de la gastronomía españolas mientras se realiza un apasionante viaje en el tiempo.
TABERNAS CENTENARIAS / La Casa del Abuelo
La Casa del Abuelo - Calle Victoria, 12, Núñez de Arce 5, Goya 57, Toledo 11, Cruz 11 - Madrid - TF: 910 000 133 www.lacasadelabuelo.es
La Casa del Abuelo, fundada en 1906 en el número 12 de la madrileña calle Victoria, no solo es un templo centenario célebre por sus exquisitas gambas y su excelente vino dulce, sino también por ser uno de esos lugares de visita obligada en el recorrido iniciático por la capital de España. Situado entre la puerta del Sol y las plazas de Santa Ana, Jacinto Benavente y Canalejas, La Casa del Abuelo es un museo vivo que se mantiene intacto desde tiempos de Alfonso XIII, en medio de un enjambre de calles populares habitualmente inundadas de turistas y parroquianos hasta que este tiempo extraño, pandémico y distópico irrumpió con estrépito.
Madrid es hoy, pese a todo y contra viento y marea, un referente internacional de primer orden donde se construyen 14 proyectos hoteleros que incorporarán 2.300 nuevas plazas para atender a esos siete millones de turistas extranjeros que la visitaron en 2019, una cifra que se elevó a más de 12 millones con los llegados del resto de España. Madrid asiste aún a inauguraciones estelares como la del fastuoso hotel Four Seasons del complejo Canalejas y no detiene tampoco el estreno de nuevas apuestas gastronómicas sorprendentes. Los turistas no están, pero volverán. Seguro. Porque la oferta patrimonial, cultural y de ocio, la calidad gastronómica y hostelera, la vitalidad urbana y la atracción creciente que ejerce la lengua española han convertido a la capital en un destino privilegiado en el concierto mundial. Y, en ese escenario, tabernas históricas como La Casa del Abuelo desempeñan un papel esencial debido a que permiten viajar en el tiempo y descubrir la ciudad de hoy y la de ayer, sentir el bullicio de la metrópoli moderna que sabe preservar sus orígenes y, sobre todo, disfrutar de un buen vino acompañado de la mejor cocina de siempre, de ese recetario que la sabiduría popular ha ido legando de generación en generación.
La Casa del Abuelo fue fundada por Baldomero Orts y Gilabert, que comercializaba vinos, mistelas y fondillones alicantinos, de donde era oriundo. Por ello, el negocio se abrió con el nombre de “La Alicantina” y se concibió más como un colmado especializado en la venta de vinos y rosquillas que como una taberna propiamente dicha.
En La Casa del Abuelo, además de sus clásicas gambas y langostinos, es posible disfrutar del tapeo tradicional, los productos de la huerta, la cocina española, las delicias del mar y los alimentos de la granja.
La década de los años veinte
En la década de los años veinte del pasado siglo el fundador incorporó la venta de bocadillos a la oferta del establecimiento y logró un éxito insospechado. Llegó a vender al día más de 1.500 unidades de anchoas, chorizo o sobrasada y, como consecuencia de ello, se vio obligado a prolongar el horario de 9:00 de la mañana a 3:00 de la madrugada y a ampliar la plantilla hasta sumar 13 personas. Pero la contienda civil truncó su normal funcionamiento y dio lugar a una época de carencias e incertidumbre. La escasez de harina hizo imposible seguir ofreciendo el producto estrella y obligó a buscar una alternativa inmediata. La apuesta fue ciertamente arriesgada pero tuvo un éxito arrollador que, aún hoy en día, mantiene su vigencia. Había que encontrar una fórmula sencilla y atractiva, que sedujera a los clientes pero no precisara de pan. Y el dueño de la taberna la encontró en el Mercado de la Puerta de Toledo. Compró varios kilos de gambas, a 35 pesetas de la época, y comenzó a ofrecerlas a los comensales dentro del menú. La respuesta superó las expectativas. A partir de ese momento, sin saberlo, estaba introduciendo una nueva tradición, “la de que dos empleados una vez al mes fueran al mercado a pasar horas escogiendo las mejores gambas de Huelva y de Melilla”. Porque el negocio, propiedad de la familia Waldburger Ruiz, se basa, tal y como tiene a gala, en tres pilares fundamentales: productos de calidad elaborados en el momento, un servicio esmerado y una estupenda relación calidad/precio.
Esa filosofía ha permitido también extender el modelo y replicar el éxito desde los años setenta del siglo XX con la apertura de otras cuatro Casas del Abuelo, que suben el telón en las calles Núñez de Arce 5, Goya 57, Toledo 11 y la más reciente inaugurada en la calle Cruz 11, un establecimiento que amplía el concepto tradicional con una terraza interior, nuevas cervezas artesanas y productos a la venta también para llevar. El estilo respeta la fachada clásica recreando los antiguos ultramarinos de principios del pasado siglo.
Aspecto de la terraza interior del local de la calle Cruz 11, que amplía el concepto tradicional del negocio con una terraza interior, productos para llevar y cervezas artesanas.
Las especialidades culinarias de La Casa del Abuelo, comunes en sus cinco locales, son las gambas a la plancha y al ajillo, los langostinos a la plancha y con gabardina, las croquetas de gamba roja y las banderillas de langostino con mojo. Pero las posibilidades gastronómicas que salen de sus fogones en algunos de sus establecimientos son mucho más amplias. En La Casa del Abuelo es posible optar por el tapeo tradicional (lomo de vaca rubia gallega, morcilla de Burgos, oreja a la plancha, chistorra de Navarra, pincho moruno, croquetas y jamón ibérico) o los productos de la huerta (espárragos trigueros, pimientos del Padrón, champiñón, ensalada de tomate y ventresca, salmorejo y tomate aliñado). Y también hay espacio para la cocina española (callos a la madrileña, rabo de toro, carrillada, cocido madrileño, paella de marisco o bacalao a la riojana), las delicias del mar (calamares, sepia, pulpo a la gallega, boquerones, anchoas…) o los alimentos de la granja (revuelto de ajetes y gambas, huevos rotos con jamón ibérico o chistorra, tortilla española o queso manchego).
Y entre los vinos, mejor dejarse llevar por los de elaboración propia, el dulce de la casa desde hace más de 100 años junto con el blanco de Rueda y el tinto de Toro, a los que se añaden otras referencias y bebidas para hacer de la visita una experiencia memorable.